LOS ASOMBROSOS PETROGLIFOS DE SAPAGUA
Texto y fotos por el Dr. Antonio Las Heras

Es una región poco accesible y escondida, a unos 3.200 m.s.n.m. Quienes no conocen de antemano su existencia pueden pasar muy próximos e inadvertidamente seguir sin toparse con el asombro que representan los cientos de petroglifos – uno junto a otro – tallados en la pétrea ladera sur del río Sapagua, un curso cordillerano de agua de deshielo, fría, límpida y cristalina. La región – próxima al denominado “Camino del Inka” – es conocida, precisamente por esas expresiones artísticas, como “El Pintado.” Para ingresar se requiere el permiso de la Comunidad Aborigen de Hornaditas. Situada al norte de Humahuaca (provincia de Jujuy) se trata de un caserío de cerca de cincuenta familias que con los habitantes de los cerros ronda el centenar de personas. Esta comunidad rescata sus raíces kolla; ofrece su tradición sagrada a los viajeros, compartiendo sus fiestas, bailando y entonando coplas de agradecimiento y homenajes al churqui y al cardón, dos especies vegetales de la zona.

El magnífico reservorio arqueológico se encuentra situado a cuarenta kilómetros de la ciudad de Humahuaca, hacia la Cordillera de los Andes, ya en zona de la Puna. A la intemperie, casi sin cuidado alguno (aunque quedan restos de taludes protectores hechos hace décadas para protegerlos de las crecientes) y lejos de los caminos asfaltados que hoy hacen simple recorrer la Quebrada de Humahuaca (designada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) se hallan miles de pinturas rupestres labradas algunas sobre enormes rocas, algunas a orillas del Sapagua, otras sobre cerros cubiertos de vegetación escasa y achaparrada. 

Las figuras grabadas revisten vital importancia, al decir de los arqueólogos, pues se trata de una de las mejores demostraciones de la penetración Inka en esta región. Así se observan típicos motivos de serpientes, circunferencias, hachuelas ancoriformes (asociadas con la presencia incaica por su parecido con los tumis elementos importantes en la ritualidad del imperio; aunque no todos los estudiosos concuerdan en esto), jinetes y escenas de lucha. Hay, asimismo, escenas cotidianas, de cacería, de guerra y de rituales mágicos.

Por las características morfológicas, técnicas y algunas superposiciones, los arqueólogos interpretan que los artistas corresponden a tres períodos distintos. El primero (aprox. 1.000 d.J.) es inmediato anterior a la llegada de los Inkas donde se aprecian figuras de camélidos algunos asociados a figuras antropomorfas. Le sigue el período de la dominación por el imperio inkaico en el que aparecen principalmente las figuras serpentiformes. El último período es el de los tiempos de la rebelión (circa 1.535 / 1580 d. J.) De tal período es el notable petroglifo que muestra a un originario – a pié – con arco y flecha combatiendo a un español a caballo blandiendo algo como una larga lanza. 


Se encuentra en ejecución un proyecto para la preservación y puesta en valor del sitio, con la construcción de defensas para proteger los petroglifos de la erosión, construcción de canales de corrección para evitar la acción laminar de las precipitaciones y construcción de sendas para la circulación de los visitantes.

Este valioso material es necesario protegerlo, pues corre el riesgo de destruirse (como ya ha sucedido con otros petroglifos y pictografías) debido al desgaste que provocan las crecientes del río.