EL BOSQUE PETRIFICADO  DE “LOS PARAMILLOS” EN MENDOZA
Por el Dr. Antonio LAS HERAS

Charles Robert Darwin (1809/1882) recorrió la provincia de Mendoza (Argentina) durante 1835, como parte de aquella histórica travesía alrededor del mundo (1831/1836) a bordo del Beagle, expedición dirigida por Fitz Roy.

Entre sus descubrimientos más notables, y a la vez poco recordados,se encuentra un bosque de árboles petrificados de más de sesenta millones de años de antigüedad.

El autor de “El Origen de las Especies” describe en sus diarios de viaje las araucarias fosilizadas encontradas en el desértico y serrano paraje de Los Paramillos,próximo a la localidad de Uspallata, hoy Departamento de Las Heras.

Los Paramillos fue hasta hace no hace muchos años el paso andino obligado para cruzar de Argentina a Chile. Fue ésta la ruta que utilizó el general invicto de las Guerras por la Independencia, el masón Juan Gualberto Gregorio de Las Heras.

Darwin anota que, millones de años atrás, Los Paramillos fue una fértil zona boscosapróxima al Alántico “cuando ese océano se aproximó a la base de los Andes”.

Después las araucarias debieron haber quedado bajo las profundidades del mar, pero las “fuerzas subterráneas otra vez ejercieron su poder”, para elevar el lecho de ese océano y conformar una cordillera.

El científico inglés dedicó dos días para estudiar la geología de la región. El sitio le causó una gran impresión por lo que lo describe en detalle en una carta del 18 de abril de 1835. Mas es en su diario de viajes donde aclara: “La geología de esta región es muy curiosa. Se compone de diversas especies de lavas submarinas, alternando con gres volcánico y otros depósitos sedimentarios notables…..se parece mucho a algunas de las capas terciarias de las costas del Pacífico.

Esta semejanza me hizo pensar que debería hallar maderas petrificadas”.”…observé en una vertiente denudada, algunas columnas tan blancas como la nieve, que se alzaban sobre el suelo”. “Estos fueron árboles petrificados. Once de ellos se hallaban convertidos en sílice; y entre treinta y cuarenta convertidos en carbonatos calcáreos blancos gruesamente cristalizados.

Fueron abruptamente cortados, la parte de arriba de los troncos se proyecta a pocos pies sobre el suelo. Los troncos midieron de tres a cinco pies de circunferencia (entre 0,90 y 1,5 m . de diámetro). Estaban erguidos a poca distancia unos de otros pero en conjunto formaron un grupo.

El Dr. Robert Brown amablemente examinó la madera: dice que son pinos, compartiendo el carácter de la familia de las araucarias…
Se requiere un poco de práctica geológica para interpretar la maravillosa historia que esta escena una vez encerró…
Ví el lugar donde un grupo de hermosos y elevados árboles una vez habían extendido sus ramas ondulantes  sobre las costas del Atlántico, cuando el océano (ahora retirado 700 millas ) vino al pie de los Andes…”

Es interesante destacar que Darwin se encuentra entre los primeros naturalistas, sino el primero, que observaron la existencia de “anillos de crecimiento” que particularmente en estas formaciones petrificadas se observan con nitidez lo que no es usual en otros hallazgos similares de otras regiones del mundo.

Así en sus pormenorizadas notas leemos: “el centro silicificado de los árboles es evidente, aun así sus anillos”.

Darwin y la Masonería

Si bien Charles Darwin no perteneció a la Masonería, hay que convenir que siempre estuvo siempre muy vinculado a los hermanos de la Orden y que, sin su activa presencia e influencia, la vida del joven científica hubiera sido muy otra.

Así comencemos por recordar que fue su abuelo  – el célebre físico y botánic Erasmus Darwin masón iniciado en 1754 en la St. David’s Lodge Nº 36 de Edinburgh – quien con su vida y enseñanzas influyó notablemente en las decisiones de su nieto.

A tal punto que éste solía llamarlo “padre Erasmus”.

Tampoco habría sido posible que el entusiasta investigador fuera parte del pasaje del Beaglede no haber mediado la intervención de otro masón. Ocurre que como Charles apenas había pasado los veinte años de edad, su padre – un médico reconocido – se oponía terminantemente al proyectado viaje. Por esto Robert Waring Darwin manifestó que sólo cambiaría de opinión si «alguien con sentido común» era capaz de aconsejar semejante travesía. Ese alguien existió.

Fue su tío – y futuro suegro – el masón Josiah Wedgwood quien con su intervención consiguió que su joven sobrino cumpliera tan anhelado objetivo.

A su vez, hay que recordar que fue un masón, el Dr. Thomas Henry Huxley miembro de The Royal Society quien más se ocupó por que Darwin pusiera por escrito sus pensamientos sobre la evolución de las especies. Posteriormente Huxley se convirtió en lo que hoy llamaríamos el “vocero oficial” de Darwin.

El bosque petrificado de Los Paramillos, hoy.

Muchos conocen los célebres bosques petrificados de la Patagonia Argentina; pero pocos están al tanto que también los hay en a la vera de los Andes.

Toda la próxima de Uspallata – y no sólo Los Paramillos – tiene importancia histórica, arqueológica y geológica por lo que desde el siglo XIX despierta el interés científico de carácter internacional.

A menos de veinte metros de donde encontró aquellos troncos petrificados científicos argentinos y extranjeros erigieron, un par de décadas atrás, un monolito en memoria de Darwin que podía verse desde el camino. Cuatro años atrás, una noche, un desconocido provisto de una maza, lo golpeó hasta destruirlo casi por completo. Así está desde entonces.

La gran mayoría de los troncos fósiles descriptos por el eminente naturalista fueron extraídos.

Algunos llevados legalmente a museos de varias partes del mundo; pero otros – que seguramente forman parte de colecciones particulares –
resultaron robados por traficantes que conocen el alto precio que se paga por estas piezas petrificadas en el mercado internacional.

En la actualidad es posible, si se tiene el ojo entrenado para reconocerlos, encontrar a la vera de la ruta, alrededor de una docena de vestigios petrificados. Algunos troncos, tal como los describió Darwin hace 171 años, que sorprenden por sus casi dos metros de altura. De otros sólo han quedado las partes menos expuestas, casi a nivel del suelo. Como sea, sigue siendo una sorprendente manifestación de la Naturaleza que los argentinos del Siglo XXI debiéramos decidirnos proteger y convertir en un importante atractivo turístico.

Bibliografía:

Darwin, Charles R.  Voyage of the Beagle, Penguin Books, Londres, 1989Darwin, Charles. El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, John Murrap Ed., Londres, 1859

Mackey, Albert G. “Darwin, Charles and Freemasonry,” An Encyclopedia of Freemasonry Vol. III, New Cork, The Masonic History Company, 1921Young, D. John & Kart, Barb. The Everything Freemason Book: Unlock the secrets of this ancient and mysterious society. Adams Media, Avon, Inglaterra, 2006

Fotos: Eduardo O. Arranz.