Por Antonio Las Heras 

El primer encuentro de Jung con la obra de Freud fue en 1900, a través de la lectura de La Interpretación de los Sueños. En su Recuerdos, Sueños, Pensamientos ( dictado cuatro años antes de morir en la primavera de l957, a manera de autobiografía ) Jung recuerda que, en ese momento, tuvo que dejarlo de lado, pues “no lo comprendía aún”. Recién en l903 lo retomó y encontró valioso, particularmente porque el concepto de “mecanismo de represión” le sirvió para entender ciertas anomalías que tenían lugar cuando aplicaba, en algunas personas, el test de asociación de palabras que había diseñado.

La correspondencia entre ambos se inició en l906 cuando Jung remitió a Freud su ensayo “Estudios Diagnósticos de la Asociación” y habría de continuar hasta l913 con algunos momentos de tanta frecuencia, que podríamos decir que fue, casi, diaria. El día en que se conocieron personalmente ( Jung visitó a Freud en Viena ) estuvieron reunidos conversando alrededor de trece horas. Evidentemente, ambos habían puesto en la relación – de ante mano – demasiadas expectativas y mucha pasión.

Durante estos años fueron sucediéndose diversos hechos que, finalmente, desembocaron en la conocida ruptura.

Ante todo debemos señalar que en ningún momento ambos autores tuvieron coincidencias plenas. Sería más correcto señalar que recorrían los mismos caminos, viendo paisajes en ocasiones similares y, en otros, totalmente diferentes. Así, por ejemplo, se ha dado preeminencia en señalar que la ruptura tuvo lugar a causa de la diferente interpretación de la “teoría sexual”. ( Utilizo la expresión “teoría sexual” para generalizar aquello incluido en la frase que Jung recuerda haberle dicho Freud en l910: “Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo”.) Ciertamente Jung jamás estuvo de acuerdo en este asunto. Pero no fue el único. Ya en l909 habían tenido una controversia, en la residencia de Freud en Viena, sobre la importancia de la Parapsicología y la autenticidad de los fenómenos ‘ocultos’. Jung tenía sumo interés en estudiar dichas cuestiones, mientras Freud se oponía terminantemente argumentando el daño que esto podría provocar al psicoanálisis que siendo ya muy resistido, al mezclarse con estas áreas, suponía no sin razón, encontraría más dificultades para su reconocimiento. Jung siempre había sentido atracción por el estudio científico de la Parapsicología y el esoterismo. Su tesis de doctorado en Medicina se titula “Psicopatología de los fenómenos ocultos” (1899). Este asunto, quizás menos exhibido públicamente, también generó desconfianza entre ambos, colaborando para la ruptura posterior. De la anécdota de l909 recuerda Jung ya en la vejez: “En todo caso este hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto”.

A medida que el vínculo continuaba desarrollándose, la figura de Jung fue creciendo en el ámbito psicoanalítico. Finalmente, Freud decidió señalarlo públicamente como su príncipe heredero. Ser el delfín del fundador del psicoanálisis, trajo a Jung más malestar y angustia que otra cosa. No es éste el sitio para interrogarse por qué Freud apresuró tal designación y Jung la aceptó, toda vez que ambos eran conscientes de la importancia de las cuestiones en que diferían. Podemos especular en el sentido de que el Maestro de Viena entrevió en el nombramiento una manera para forzar ( y asegurar ) los rumbos de pensamiento del Sabio de Zurich. A su vez este último pudo haber considerado que aceptando conseguía la fuerza de ánimo necesaria para mantenerse dentro de los rumbos psicoanalíticos señalados por Freud.

Otro de los asuntos en que discrepaban fue el concepto de “restos arcaicos” utilizado por Freud en el señalamiento de ciertos contenidos inconscientes, para decirlo de alguna manera, heredados. Mediante el análisis de sueños de sus pacientes, y otros que llegaban a su mesa de trabajo, así como de la interpretación que hizo de diferentes mitos producidos por culturas diversas y la investigación de la simbología alquímica, Jung construyó una topología del inconsciente diferente a la propuesta psicoanalítica. No por ello se imaginó traidor, ni revisor. Todo lo contrario. Se ve como el auténtico continuador de la obra freudiana. En sus memorias lo dice de este modo: “Mirando hacia atrás puedo decir que he sido el único en seguir ocupándome debidamente de los dos problemas que más interesaron a Freud: el de los ‘restos arcaicos’ y el de la sexualidad. Es un error muy frecuente pretender que no he sabido ver el valor de la sexualidad. Por el contrario, desempeña un importante papel en mi psicología, concretamente como expresión esencial – aunque no única – de la integridad psíquica”.

En los años posteriores a la ruptura, Jung sólo se ocupará de la descripción de todo lo que encuentra en la psique, tarea que continuará hasta su muerte acaecida en 1961.

Tal como Jung la observa la psique, está integrada por lo consciente, el inconsciente personal y el inconsciente colectivo. Este último es, precisamente, resultado de una importante amplificación de la idea de “restos arcaicos” señalada por Freud.

Sin dudas la expresión “inconsciente colectivo” es muy poco felíz. Ha permitido, inclusive, a muchos charlatanes sostener hipótesis sin fundamento, argumentando irresponsablemente que Jung creía en un “alma universal” cuya manifestación sería este estrato, último, de la psique. Nada más falso. Aquí el término “colectivo” es usado para señalar algo común a la naturaleza humana. Que se halla en cada persona en el instante mismo del nacimiento. Pero de ningún modo quiere decir que se trate de algo que une – misteriosamente – a unos con otros. De alguna forma, muy sintéticamente, puede decirse que el inconsciente colectivo está conformado por los trazos, las rugosidades, las heridas, dejadas por las grandes emociones transcendentales que fueron cimentado la conducta de la especie humana. El ancestral temor a la oscuridad, la vivencia de Dios, la existencia del Mal, serían algunos ejemplos. A eso que conforma lo inconsciente colectivo Jung lo denominó “estructuras arquetípicas”. La importancia de esta idea en la teoría podrá comprenderse mejor si recordamos que Jung indica que el núcleo de todo complejo ( al que sitúa en la esfera de lo inconsciente personal ) es un arquetipo. La raíz de este arquetipo debe buscarse en la estructura que esta originada en lo inconsciente colectivo.

Otros elementos – que podemos mencionar – integrativos de la psique, tal como la concibe Jung, pero que son emergentes de la primitiva idea freudiana de “restos arcaicos”, cuya descripción escapa al objeto de este artículo, son: los arquetipos de la máscara, el ánima (presente sólo en el psiquismo masculino) y el ánimus (propio del psiquismo femenino.)

La decisión de Jung de publicar sus primeras ideas en torno a su concepción, no freudiana, del psiquismo tuvo como desenlace una ruptura anunciada desde tiempo atrás y que cualquier observador objetivo habría advertido sin demasiado esfuerzo. Cubierta aún por la pasión que fue común desde el inicio del vínculo, la reacción de la comunidad psicoanalítica fue extirpar de su seno al autor de la “traición”. En breve lapso, Jung pasó de primogénito ungido a desterrado. Habiendo transcurrido tanto tiempo de todo aquello, el observador imparcial comprende que la actitud asumida estuvo lejos de ser la que corresponde a personas de ciencia, buscadores de la verdad, pareciéndose más a la que es propia de quienes abrazan – fanáticamente – una fe y no permiten que alguien, aunque hubiere crecido en su seno, traiga dudas o modificaciones que alteren los dogmas inicialmente propuestos y tradicionalmente aceptados. Comportamiento éste que sirvió para poner más desconfianza en la comunidad científica en relación a la aceptación del psicoanálisis.

A poco de concretado el turbulento distanciamiento Jung escribió en una carta a Laurence von der Post: “He quedado solo…” En sus memorias señalará que hubo dos que no lo abandonaron: Riklin y Maeder. Los años inmediatos a la ruptura fueron emocionalmente duros para Jung. Pero fructíferos. En ese lapso esbozó todas sus ideas básicas sobre la conformación del psiquismo, que hubo de desarrollar en el resto de su vida.